Aunque sabemos que los errores forman parte del camino de aprendizaje y que éstos son nuestros mejores maestros, en ocasiones tomar decisiones o acciones equivocadas nos pueden traer graves consecuencias.
No me refiero solo en nuestra vida cotidiana sino también a nivel emocional.
Es bastante habitual que cuando erramos en nuestro camino surja el reproche, la culpa o el arrepentimiento, y todo ello es infinitamente corrosivo para nuestro bienestar.
La herida de carencia tiene muchos orígenes distintos; desde la sensación continua de no merecimiento hasta factores sistémicos familiares que atentan contra tu capacidad de generar dinero y conservarlo.
Como ya hablamos en publicaciones anteriores, vivir en carencia (o escasez) no es algo fortuito generalmente sino que hay un motivo de ello.
No obstante, independientemente de ello, la sensación continua de que te falta el dinero o de que siempre estás ahogado por este tema puede ser muy frustrante.
Cuando nos sentimos humillados reaccionamos de formas muy diversas. Hay personas que se enfrentan con coraje y valentía frente a sus agresores y no se achantan a la hora de defenderse. Otras, en cambio, se refugian en sí mismas y se aíslan para protegerse de semejante maltrato.
En muchas ocasiones estas situaciones generan una herida profunda desde la cual, posteriormente, reaccionamos cuando nos sentimos violentados o humillados.
Si has vivido situaciones de humillación es posible que hayas vivido de una manera intensa desde la rabia y la impotencia más intensas hasta la tristeza por esa sensación de rechazo que se queda contigo.
La herida del rechazo es muy común, sobretodo cuando somos pequeños y nos sentimos más vulnerables al hecho de que nos puedan excluir.
Aunque en algunas ocasiones las personas consiguen superar esa herida y sobreponerse a ella a través de trabajarse la autoestima y el valor propio, la herida de rechazo deja siempre un poso muy amargo en lo más profundo del inconsciente.
Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Y es que estoy totalmente convencido de que hay cosas en tu vida de las cuales te arrepientes.
Nadie tiene una vida perfecta y maravillosa; todos tenemos circunstancias que nos avergüenzan, que nos duelen o que nos gustaría borrar por arte de magia.
No obstante, no podemos obviar que muchas de las cosas que vivimos, por muy dolorosas que nos supusieran, nos ayudaron a crecer, a aprender, a evolucionar.
De todas las heridas, la herida de abandono genera una sensación de traición, soledad y tristeza muy difícil de digerir. A lo largo de estos años en consultoría, he visto toda clase de casos en los cuales la herida de abandono es recalcitrante y muy difícil de sobrellevar.
Para poner mi granito de arena en la sanación, he creado una meditación corta, de unos 20 minutos, para ayudarte a depurar todas estas sensaciones tan angustiosas.
